A la fuerza de la historia le pasa como a los ríos: cuando se les ciega su cauce habitual, terminan abriéndose camino para encontrarse de frente con la luz. Los gloriosos conquistadores de América aplastaron antiguas civilizaciones, impusieron la cruz y la lengua. Pero por debajo de la cruz quedaba la pacha mama y bajo la lengua trepaba la palabra. Y ahí están, dando calor a la mañana con sus ponchos de colores, abrigándose el alma y la pobreza, resucitando cada luna para beberse a chorros la existencia.
Subcomandante Marcos, poeta.
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